BIOGRAFÍA
Su arte domina. Nadie puede pasar por uno de sus cuadros sin querer estudiar un poco más. Estamos atrapados entre el mensaje, los colores fuertes, la riqueza de la textura y formato, pero sobre todo por su estilo "expresionismo naïf", que concluye con el hecho de que detrás de cada pieza está el artista - un niño con un gran sentido del humor y talento innegable.
Si Rogelio es algo, es intenso, tanto en apariencia como en su arte. “Siento dolor, pinto y desfiguro y en descomposición encuentro la verdad y la autodefinición.” ¿Quién es? Rogelio Díaz.
Al igual que en un adivinanza, su trabajo tiene el mismo efecto sorpresa, como un juego que de repente se vuelve desagradable, como una pequeña Caperucita Roja que termina comiéndose al lobo feroz, y de esta dualidad infantil y mórbida, desde el monstruoso al tonto, tierno y helado, profundo y mentira inocente, Rogelio vive la vida intensamente.
Él se declara a sí mismo en el camino del expresionismo y el arte figurativo, aunque en realidad él prefiere hablar de Velázquez, el artista que pintó hasta el aire, y la pasión voluminosa de Rubens. Él habla de sus primeros años en el taller del Río Cuale y en tono de broma se refiere a ellos como su "período de anti-profesional".
Su primera exposición pública, por así decirlo, fue en las tarjetas de invitación que preparó para la boda de su hermana. Una inusual, pero hermosa, silueta de una mujer flamenca aparece, lo que le impulsa a recordar aquellos años, cuando apenas podía sobrevivir como pintor. Ahora, un hombre de familia y artista de éxito, él mira hacia atrás en esos días como su edad lírica, cuando renunció a todo para pintar. Su estado de ánimo místico lo lleva a hablar de los indios huicholes, a quienes describe como "chicos buenos", y ninguno, él señala, es audaz.
¿Qué hay en un huichol que lo hace tan simplemente puro? Para este artista autodidacta, la respuesta y el camino es claro: un retorno a la espontaneidad de la infancia en comunión con necesidades y deseos reales.
Siguiendo esta idea, él está particularmente interesado en el mundo imaginativo de los niños, ya que es menos culturalmente condicionado. Privar a sus imágenes de la belleza, se envuelve casi en una catarsis febril. Le gusta deshacer, desaprender y deconstruir, revolviendo las emociones y la conciencia del espectador, donde un cuerpo mutilado parece invisible, a través de su imponente presencia brutal.
Con rojos, negros y amarillos perforantes, pinta una sonrisa ecléctica, botas cancan, garabatos infantiles rodeando 'Un Par de Bailarines en la Eterna Primavera", que, a pesar de lo grotesco, parecen felices y pristinos. Sus imágenes provocativas, basadas en la cultura indígena antigua de México, te llevan en un viaje a lo primitivo y lo privado, donde se percibe un déjà-vu, algo lejano, pero primordial como un murmullo dulce, una sonrisa risueña o un escalofrío. Y, como en un libro de cuentos, disfruta especialmente la titulación de sus cuadros, donde transmite su sentido del humor y su intención con un principio y un final muy rebelde. Tiene un estilo único, que sin duda ha sido influenciado por Picasso y Basquiat.
Rogelio cree que todos tenemos algo de un niño dentro de nosotros. Cuanto más viejo que crecemos, más cerca vamos al regreso a la inocencia de la infancia. Hay poco espacio para el término medio y el neutralismo entre su audiencia, pero los coleccionistas que nunca han considerado sus obras en los últimos años se han convertido en admiradores de su obra. En 2005 Rogelio fue elegido como "Mejor Artista Visual" en los Reader’s Choice Awards de la revista Vallarta Lifestyle.
Si Rogelio es algo, es intenso, tanto en apariencia como en su arte. “Siento dolor, pinto y desfiguro y en descomposición encuentro la verdad y la autodefinición.” ¿Quién es? Rogelio Díaz.
Al igual que en un adivinanza, su trabajo tiene el mismo efecto sorpresa, como un juego que de repente se vuelve desagradable, como una pequeña Caperucita Roja que termina comiéndose al lobo feroz, y de esta dualidad infantil y mórbida, desde el monstruoso al tonto, tierno y helado, profundo y mentira inocente, Rogelio vive la vida intensamente.
Él se declara a sí mismo en el camino del expresionismo y el arte figurativo, aunque en realidad él prefiere hablar de Velázquez, el artista que pintó hasta el aire, y la pasión voluminosa de Rubens. Él habla de sus primeros años en el taller del Río Cuale y en tono de broma se refiere a ellos como su "período de anti-profesional".
Su primera exposición pública, por así decirlo, fue en las tarjetas de invitación que preparó para la boda de su hermana. Una inusual, pero hermosa, silueta de una mujer flamenca aparece, lo que le impulsa a recordar aquellos años, cuando apenas podía sobrevivir como pintor. Ahora, un hombre de familia y artista de éxito, él mira hacia atrás en esos días como su edad lírica, cuando renunció a todo para pintar. Su estado de ánimo místico lo lleva a hablar de los indios huicholes, a quienes describe como "chicos buenos", y ninguno, él señala, es audaz.
¿Qué hay en un huichol que lo hace tan simplemente puro? Para este artista autodidacta, la respuesta y el camino es claro: un retorno a la espontaneidad de la infancia en comunión con necesidades y deseos reales.
Siguiendo esta idea, él está particularmente interesado en el mundo imaginativo de los niños, ya que es menos culturalmente condicionado. Privar a sus imágenes de la belleza, se envuelve casi en una catarsis febril. Le gusta deshacer, desaprender y deconstruir, revolviendo las emociones y la conciencia del espectador, donde un cuerpo mutilado parece invisible, a través de su imponente presencia brutal.
Con rojos, negros y amarillos perforantes, pinta una sonrisa ecléctica, botas cancan, garabatos infantiles rodeando 'Un Par de Bailarines en la Eterna Primavera", que, a pesar de lo grotesco, parecen felices y pristinos. Sus imágenes provocativas, basadas en la cultura indígena antigua de México, te llevan en un viaje a lo primitivo y lo privado, donde se percibe un déjà-vu, algo lejano, pero primordial como un murmullo dulce, una sonrisa risueña o un escalofrío. Y, como en un libro de cuentos, disfruta especialmente la titulación de sus cuadros, donde transmite su sentido del humor y su intención con un principio y un final muy rebelde. Tiene un estilo único, que sin duda ha sido influenciado por Picasso y Basquiat.
Rogelio cree que todos tenemos algo de un niño dentro de nosotros. Cuanto más viejo que crecemos, más cerca vamos al regreso a la inocencia de la infancia. Hay poco espacio para el término medio y el neutralismo entre su audiencia, pero los coleccionistas que nunca han considerado sus obras en los últimos años se han convertido en admiradores de su obra. En 2005 Rogelio fue elegido como "Mejor Artista Visual" en los Reader’s Choice Awards de la revista Vallarta Lifestyle.